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cuernos del paine
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Hasta el día de hoy y desde tiempos inmemoriales, cada vez que algún magallánico viaja “al norte”, sea con destino a Puerto Montt, Concepción, Santiago, Iquique o Arica, todas ciudades que para un coterráneo de tomo y lomo están situadas genéricamente en el remoto norte del país, los amigos y parientes despiden al viajero con un sonoro “manda fruta”.
La frase, no del todo entendida en su significado más profundo por los “nortinos” de paso o avecindados en la región, refleja una realidad extensa y representativa. En este caso, relativa al consumo de un producto al que cualquier chileno que no viva en el extremo sur del país tiene corrientemente acceso, pero que para los magallánicos ha representado
desde siempre una delicia de precios exorbitantes y prohibitivos.
Por lo mismo, para alguien que habite en Puerto Natales, Punta Arenas, Porvenir, Timaulken o Puerto Williams, degustar una manzana, probar de un racimo de uvas, deleitarse con un durazno, un melón o una sandía, y hasta disfrutar de un popular tomate, significa siempre un desembolso considerable de dinero. Por regla general, equivalente a unas cinco o seis veces a lo que un chileno paga normalmente en la zona central de y aledañas.
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Chile no puede seguir viviendo de espaldas a sus regiones. Las regiones
de Chile no pueden continuar siendo tributarias de Santiago ni seguir
dependiendo hasta para las cuestiones más mínimas de lo que se decide en
la Metrópoli, como si se tratara de provincias conquistadas por el
antiguo Imperio Romano. |
Algo muy semejante en términos de carestía ocurre con la inmensa mayoría de los productos alimenticios de consumo habitual e ineludible para cualquier familia magallánica, los cuales por razones climáticas no pueden ser producidos localmente y, por lo mismo, deben ser forzosamente “importados” desde otras zonas del país. Otro tanto ocurre con los servicios de toda índole, empezando por aquellos de primera necesidad, con lo cual se configura un cuadro de carestía estructural y excepcional que es preciso conocer para incorporar como dato crucial a la hora de adoptar cualquier decisión relativa a
la región.
Evidentemente, los costos del transporte, habida cuenta de las distancias, constituyen un componente decisivo y de efectos devastadores en el valor magallánico de cualquier tipo de insumos y productos. Trasladar un contenedor desde la zona central hasta Punta Arenas implica un extenuante recorrido de miles de kilómetros el cual incluye un forzoso y largo tramo por territorio argentino. La alternativa a este periplo de vértigo será embarcar los camiones en
Puerto Montt para desembarcarlos en Puerto Natales, pero en cualquier caso, el transporte implicará una alta inversión en medios, dinero y tiempo la que irremediablemente repercutirá en el bolsillo de los consumidores.
Volar hacia o desde Magallanes es un asunto distinto, más rápido pero inmensamente más caro. A los turistas extranjeros les produce verdadero asombro constatar que con las dos horas y cuarenta y cinco minutos de vuelo efectivo que toma viajar desde Santiago a
Punta Arenas, alguien podría atravesar el continente europeo de este a oeste pasando por encima de tres, cuatro o más países, trasladarse desde Europa al Asia, o en tiempo menor o equivalente, llegar casi al corazón del continente africano.
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faro estrecho de magallanes |
Pero con toda seguridad, a esos mismos turistas les debe resultar todavía más inexplicable darse cuenta que con el valor que pagan por ese boleto en cualquiera de las dos compañías que controlan el
duopolio del transporte aéreo a Magallanes, perfectamente podrían pagarse, por ejemplo, un pasaje de ida y regreso entre Roma y Paris o Madrid, con hotel incluido por un par de noches. De un modo parecido a como un chileno, por el mismo dinero que paga por
volar desde o hasta Punta Arenas en condiciones de urgencia, podría ir desde Santiago un par de veces ida y vuelta a Buenos Aires, llegar hasta Lima o Río de Janeiro, y con un poco de suerte, la debida anticipación en la compra del pasaje y un poco mas de dinero, llegar incluso hasta el dorado Caribe.
Por todas estas razones a muchos extranjeros que nos visitan les perece encomiable observar nuestra realidad como país largo y diverso pero unido de norte a sur. Especialmente cuando la comparan con sus propias circunstancias nacionales permanentemente sometidas a fuerzas disgregadoras. Por ejemplo, en los casos de naciones como Francia, España, Bélgica. Holanda, entre otras,
las cuales corren permanente peligro de fragmentarse por efecto de las particularidades económicas, culturales, sociopolíticas y hasta lingüísticas presentes y actuantes.